En el año 2010, Manos Unidas celebró su Campaña LI, bajo el lema “Contra el hambre, defiende la Tierra”, centrada en la erradicación de la pobreza y el hambre como elemento esencial de su identidad, inspirada en los valores del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.
En esta Campaña, se abordó la lucha contra el hambre desde la defensa de nuestra casa, la tierra, y la sostenibilidad del medio ambiente, teniendo en cuenta principalmente las consecuencias que el cambio climático origina para la vida de los más pobres. En esta etapa de crisis y cambio globales, el Papa Benedicto XVI se pregunta: “¿cómo no evocar la crisis alimentaria y el cambio climático, que dificultan todavía más el acceso a los alimentos y al agua a los habitantes de las regiones más pobres del planeta?” El cambio climático no es un tema nuevo en la agenda internacional; desde finales del siglo pasado hay estudios científicos, reuniones y congresos que denuncian la cada vez más alarmante situación: en 1987, la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, liderada por Gro Brundtland, definió el desarrollo “sostenible”; en la “Cumbre de la Tierra” (Rio de Janeiro, 1992), se empezó a hablar de “cambio climático”; en 1997, se firmó el Protocolo de Kyoto sobre algunos compromisos para frenar las causas del calentamiento global; en 2002, se celebró la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible en Johannesburgo; en diciembre de 2009, en Copenhague, tiene lugar la Cumbre sobre el cambio climático de la cual sale el nuevo acuerdo que sustituirá los compromisos del Protocolo de Kyoto a partir del año 2012. Las cuestiones del cambio climático nos obligan a formar una nueva conciencia sobre el estado de nuestro planeta, porque la crisis global en que nos encontramos es consecuencia de un modelo de desarrollo insostenible. Estamos haciendo un mal uso de sus recursos y alterando el equilibrio del ecosistema y del clima, que son un bien común, un don de Dios para todos, que debe protegerse para las generaciones presentes y futuras.