Terminamos nuestra Campaña nº 58 en la que, con el lema «El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida», hemos querido contagiar a toda la sociedad nuestra esperanza en un mundo que respete el derecho a una alimentación segura, apropiada y saludable para todas las personas. Sabemos que son muchas las causas del hambre y que la tarea es difícil, pero sabemos que el cambio es posible, no solo con grandes proyectos, sino también con pequeños gestos en la vida cotidiana.
Terminamos nuestra Campaña nº 58 en la que, con el lema «El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida», hemos querido actualizar nuestra responsabilidad en la lucha contra el hambre. A lo largo del año, hemos tratado de contagiar a toda la sociedad nuestra esperanza en un mundo donde todas las personas veamos respetado nuestro derecho a una alimentación segura, apropiada y saludable.
Sabemos que son muchas las causas del hambre y que tenemos una difícil tarea por delante, pero estamos convencidos de que el cambio es posible, no solo con grandes proyectos, sino también con pequeños gestos en la vida cotidiana. Cambiar nuestros estilos de vida para hacerlos más solidarios y sostenibles debe ir de la mano de nuestra implicación en procesos más globales y del acompañamiento a aquellas comunidades que luchan por sus derechos y que cuentan con nuestro compromiso actuante.
Tres cuartas partes de las personas en situación de pobreza extrema viven de la agricultura y dependen de la salud de los ecosistemas para vivir (FAO, Día Mundial de la Alimentación 2017). El derecho a la alimentación se ve gravemente vulnerado cuando los agricultores familiares (un 70 % del total mundial) no pueden cultivar de manera segura y sostenible. Los campesinos quieren alimentarse cuidando la tierra y asegurando la diversidad tanto en lo producido como en sus propias estructuras sociales, culturales y espirituales. No es solo cultivar la tierra y producir, es una manera de vivir y entender la vida; de reproducir la diversidad de la vida. En Manos Unidas queremos «escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» (Laudato si’ 49).
Las comunidades campesinas y pescadoras han aprendido a mantener una relación de respeto con lo que el medio les ofrece. Guiada por estos conocimientos, la agricultura está experimentando una transformación hacia formas más atentas a los ciclos naturales, eliminando el uso de abonos y pesticidas químicos y tratando de acoger aquellas aportaciones de la ciencia que pueden contribuir a mejorar la producción sin comprometer el medioambiente, la biodiversidad y la vida de los propios productores.
En Manos Unidas apoyamos una producción sostenible de alimentos, basada en la agricultura familiar y el modelo agroecológico de producción ambientalmente sostenible y responsable, que garantiza alimentos saludables para las poblaciones más pobres del planeta, fortalece los mercados locales y promueve el arraigo en el medio rural. Como dice el papa Francisco, «es posible alentar el mejoramiento agrícola de regiones pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, en la organización del mercado local o nacional, en sistemas de riego, en el desarrollo de técnicas agrícolas sostenibles. Se pueden facilitar formas de cooperación o de organización comunitaria que defiendan los intereses de los pequeños productores y preserven los ecosistemas locales de la depredación» (Laudato si’ 180).
*Este texto fue publicado como Editorial en la Revista de Manos Unidas nº 204 (octubre 2017 - enero 2018).