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NOTICIAS 11 de marzo de 2011
Campamentos de la resignación
El campamento de Cardeux es uno más de los miles de campamentos que surgieron en Haití tras el terremoto. En Cardeux hay 300 familias que esperan, que llevan esperando más de un año. Algunos de ellos tienen un ángel guardián que los protege: el padre Fredy, quien, en medio del horror decidió hacer algo por un puñado de compatriotas y pidió apoyo a los padres Paules de Puerto Rico, que para algo él es paúl… para alojar y atender a todas esas personas. Durante días se entrevistaron con el alcalde de la zona, recibieron muy buenas palabras, hasta que tropezaron con una cruda realidad, presente en casi todos los rincones un de Haití: la propiedad de la tierra que reclamaban para los afectados por el seísmo no era de la alcaldía sino del expresidente Aristide. Aquí empezaron las esperas, interminables. El terreno está en venta y podrían comprarlo si no fuera por su precio…
El padre Fredy, inasequible al desaliento, ha seguido trabajando. Han construido una especie de capilla-colegio o mejor, colegio capilla ya que se usa como colegio toda la semana y los domingos, se reconvierte en capilla. Hay 230 niños escolarizados en cuatro clases, todas juntas. Ocho profesores que pagan los paules de Puerto Rico, el propio padre Fredy y un voluntario que le apoya, se encargan de impartir las clases. Es el colegio capilla del Sagrado Corazón.
En este campo vive Belle, de 67 años, está aquí desde el comienzo. Cuenta con orgullo que sus siete hijos, cinco niños y dos niñas, han ido todos al colegio. Belle nos cuenta que no tiene dónde ir, pero sigue teniendo esperanza.
Su vecino de enfrente Antoine Persine, de 51 años, vive con su mujer y dos de sus hijos, el tercero está fuera de Haití. Se gana la vida como tantos otros, vendiendo en el “porche” de su tienda plátanos, tomates, maíz, trigo (seguramente procedente de la ayuda internacional porque en Haití no hay trigo) y arroz. Vende dos tipos de arroz, el común que se consume en Haití y que se importa de Estados Unidos, y el de su familia, que procede del pequeño campo que tienen no lejos de aquí. Un arroz del que se enorgullece especialmente porque encontrar arroz haitiano no es tarea fácil. Su cara es el mapa de la resignación. Y, aunque a los haitianos lo único que les queda es la esperanza, a veces da la sensación de que ésta empieza a flaquear.
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