Ayer se cumplieron cuatro años desde que un terremoto destruyera parte de Haití. Cuatro años en los que Manos Unidas ha trabajado para paliar un desastre que puso a la isla caribeña en el mapa. Nuestra compañera Jimena Francos analiza en esta entrevista concedida a Europa Press el antes y el después del terremoto.
La responsable de proyectos de la ONG Manos Unidas Jimena Francos nos detalla en esta entrevista cúal es la situación de Haití, cuatro años después del terremoto que asoló un país cuyas necesidades aún siguen vigentes.
- En líneas generales, ¿cuál es la situación que se vive en Haití, cuatro años después del terremoto?
Desde el punto de vista de 'fuera de Haití', nos interesa mucho recordar aquella fecha del terremoto, el 12 de enero de 2010, porque no es fácil olvidar las imágenes que se nos quedaron grabadas en la retina y en el corazón, y porque en muchos casos, en aquel momento nos interesamos por primera vez por ese pequeño país que hasta entonces no sabíamos situar muy bien en el mapa ni distinguir de otros países pobres, descubriendo en no pocas ocasiones que se encontraba en América y no en África.
Sin embargo, desde el punto de vista de 'dentro de Haití' el terremoto apenas queda como una macabra anécdota; y con esto no trato de minimizar el impacto de aquel dramático y dolorosísimo suceso, sino de maximizar, o mejor poner en su justa medida, la tremenda pobreza que había en Haití antes del terremoto y que sigue habiendo cuatro años después, y que afecta de manera muy intensa al día a día de todos sus habitantes.
Un país en el que nada se había invertido en infraestructuras, educación, sanidad..., un país en el que aunque se reconstruyera lo destruido seguiría sin poder atender a su población, porque ya antes del terremoto no había escuela para todos sus niños y más del 80% de la educación era privada. Un país en el que para recibir una atención sanitaria hay que pagar lo que quizá uno necesite para comer.
- ¿Cuáles son los principales retos a corto y medio plazo?
El reto cotidiano para un haitiano es conseguir comer hoy, no caer enfermo, intentar enviar a sus hijos a la escuela, y si se tiene la "desgracia" de ser mujer, no sufrir demasiada violencia.
- ¿Se ha visto mermada la presencia de otras organizaciones en el país con el paso del tiempo?
Muchas organizaciones de emergencia se desplegaron tras el terremoto. Venían de todas partes con muy diferentes filosofías y conceptos de la ayuda. Pasado el momento de la emergencia, muchas se marcharon, pero Haití sigue siendo uno de los países en los que más presencia de ONG hay.
Se suele hacer referencia a la cantidad de fondos recibidos por Haití tras el terremoto, pero si comparamos esas cifras con las que se manejan en los rescates de los bancos y en nuestra situación de crisis, nos damos cuenta que no es tanto dinero. El dinero que los ciudadanos enviaron a través de sus ONG permitió la supervivencia de muchas personas en los primeros meses tras el terremoto.
Manos Unidas trabaja en Haití desde hace más de 35 años. No tenemos personal ni oficinas en el país, sino que trabajamos apoyando el trabajo de organizaciones haitianas, porque consideramos que son quienes conocen sus problemas y pueden mejorar su situación, las soluciones que vienen de fuera no valen y además salen mucho más caras.
Hay personas muy brillantes en Haití y nuestra ayuda consiste en apoyar los proyectos que ellos elaboran y ejecutan con participación de la población haitiana: ellos son los protagonistas.
- ¿Qué medidas se están llevando a cabo en la reconstrucción del país para evitar consecuencias similares a las del terremoto de 2010 en caso de producirse un nuevo terremoto u otra catástrofe similar?
La norma de construcción se modificó y se incluyeron parámetros para que todos los edificios sean antisísmicos y anticiclónicos, pues los ciclones son un fenómeno que también sufre el país cada año. Sin embargo, eso ha encarecido mucho las construcciones y hace que muchas personas no puedan disponer de una vivienda digna, ni de una escuela, etc.
La verdadera catástrofe que sufre Haití es el hambre cotidiana, hambre de pan y de justicia, por la falta de interés político de sus gobernantes y de la comunidad internacional por solucionarlo. La miseria en Haití es una consecuencia del sistema político y económico que rige nuestro mundo, y todos los proyectos del mundo no devolverán la justicia a este pueblo, si no se cambian las reglas del juego.
Nuestros proyectos son pequeños signos, que tienen la capacidad de mejorar la vida de unas pocas personas, a veces de muchas, pero no de sacar al país del subdesarrollo, y sin embargo nos permiten mantener el corazón y la vida solidaria, conservar la alegría de actuar sobre la realidad que está en nuestras manos, y demostrar que se puede transformar.