El arzobispo de la diócesis iraquí de Erbil ha visitado Manos Unidas. Bajo el brazo traía información de primera mano sobre la situación de las minorías cristianas en Irak. Y una petición de ayuda urgente para socorrer a los miles de refugiados que han abandonado sus hogares en la llanura de Nínive o en Siria, ante el avance del Ejército Islámico.
Hace unos días la sede de los Servicios Centrales de Manos Unidas visitó al arzobispo de la diócesis iraquí de Erbil, Bashar Warda. Bajo el brazo traía información de primera mano sobre la situación de las minorías cristianas en Irak. Y una petición de ayuda urgente para socorrer a decenas de miles de refugiados que han tenido que abandonar sus hogares en la llanura de Nínive o en la vecina Siria, ante el avance del Ejército Islámico.
La siempre pacífica y estable capital autónoma del Kurdistán iraquí, se ha convertido en un gigantesco campo de desplazados, “herejes infieles”, según los yihadistas, que buscan asilo en calles, escuelas, iglesias y casas particulares. Erbil, la ciudad más antigua del mundo, próspera y tranquila, es hoy un lugar donde habita el miedo y la tristeza. Y donde miles de personas se afanan por reconstruir unas vidas rotas por el fanatismo y la intransigencia.
En la recepción de Manos Unidas, monseñor Bashar Warda se fija en uno de nuestros carteles de campaña “Si quieres la paz, defiende la justicia”. “Eso es lo que hace falta allí En Irak”, afirma. “Hay que recordar para no repetir. Las políticas erróneas del gobierno de Irak en estos ocho años han llevado al país al desastre. Esto no puede pasar otra vez”.
Porque en Irak y en otros países como la vecina Siria, con la llegada del islamismo radical los cristianos solo tiene tres opciones: convertirse al Islam, pagar un impuesto extraordinario, la yizia, o irse. Irse porque sus vidas corren peligro por no renunciar a sus creencias. Por defender sus derechos.
En el año 2002 en Irak había aproximadamente 1.300.000 cristianos; hoy hay menos de 300.000. La mayoría de los que escaparon viven refugiados en países como EE.UU., Canadá o Australia. Y no quieren volver, porque ya han hecho su vida fuera y se sienten seguros en otros países. Ya hay dos o tres generaciones de cristianos nacidos fuera de Irak. “El otro día, un niño preguntaba a su padre: “Pero papá, ¿por qué se matan entre ellos?”. El arzobispo de Erbil parece tener la respuesta a la pregunta que planteaba ese niño desde la seguridad que le proporciona haber nacido en un país en el que reina la paz.
“Antes de la invasión de 2003 teníamos un problema político, que terminó en un problema terrible. Ahora, en los últimos años, se han abierto las puertas al fanatismo”, lamenta el religioso.
Un fanatismo que asesina, ejecuta y tortura con impunidad. Que, como hemos comprobado, utiliza esos avances tecnológicos de los que reniega para publicitar sus acciones de barbarie. “En la comunidad internacional, desgraciadamente, la situación de los cristianos se está considerando como un daño colateral (al hecho de haber terminado con una serie de regímenes totalitarios)”. Por ello, para evitar que se siga mirando a otro lado, exige un compromiso verdadero de “no aceptar ni trabajar con esos 25 o 30 países como Siria, Irak, Pakistán o Libia en los que la persecución religiosa es evidente”. “(La comunidad internacional) debe presionar a los gobiernos que lo permiten porque esto, realmente, es un problema político no religioso”.
Un problema que a los occidentales nos toca mucho más de cerca de lo que pensamos. “A los gobiernos de Europa les digo que no pueden huir de su responsabilidad. Tenéis que ayudarnos, les digo. Tenemos gente vuestra combatiendo. Hay muchos fanáticos europeos luchando allí…”.
¿Como ayudar?
Manos Unidas acaba de aprobar un proyecto en la zona de Erbil, donde trabaja el Servicio Jesuita para los Refugiados (JRS) con programas de ayuda a los desplazados: visitas a las familias, educación informal, atención psicosocial y formación profesional. Manos Unidas se va a encargar de la capacitación de adultos en profesiones que les permitan ganarse la vida de forma independientente. Las materias a impartir son inglés, kurdo, informática, estética, peluquería y confección. Se proporcionarán los equipos para las sesiones de formación y otro equipo después de la graduación. Este proyecto, al que se han destinado 55.000 euros, beneficiará directamente a 600 personas que asistirán a estos talleres de formación.
“Tenemos que ayudar a esa gente a autoayudarse”. Monseñor explica en qué forma podemos ayudar a esos miles de personas que sufren, yendo más allá de los problemas de emergencia y reconsiderando la manera de socorrerlos.
“Hay que rezar por los cristianos en Irak. Y sensibilizar a través de los medios y las redes sociales sobre lo que realmente está pasado. Esto no es una película. En Occidente no sabéis lo que pasa. Esto es una historia de cada día”. Porque, como asegura el arzobispo de Erbil, “los cristianos en Irak sin ayuda de los cristianos del resto del mundo no son nada”.
Por Marta Carreño