La inacción es un crimen contra la humanidad y la naturaleza.
Manos Unidas como único miembro español de la red CIDSE (alianza internacional formada por 18 organizaciones católicas de desarrollo de 15 países de Europa y América del Norte), se hace eco del posicionamiento que la red ha publicado.
Líderes de la Iglesia Católica de todos los continentes, los cuales se han encontrado recientemente en el Vaticano para la celebración del Sínodo de la Amazonía, han hecho un llamada desde el Sínodo para una acción climática urgente, haciéndose eco del grito de la población de la Amazonía y de la misma selva. A una semana de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima en Madrid, España (COP25), CIDSE apoya sus mensajes y expresa su profunda preocupación por el deficiente compromiso e implementación que ha habido desde la pasada COPXNUMX; este documento es también una llamada de atención a aquellos países que no están negociando en el espíritu del Acuerdo de París.
"Reunidos, en el Sínodo de los Obispos "Amazonia: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral", oímos el grito de las personas que viven en y para los territorios amazónicos y el grito de la selva misma.
El sufrimiento de las personas y de la creación en la región amazónica son parte de las consecuencias de una forma de vida imperial. La economía expande y externaliza repetidamente las consecuencias de su producción a otros: a través de una economía extractivista de la que somos tan dependientes, para la agricultura, el transporte y la energía, para satisfacer nuestro insaciable afán de consumo y producción que ahora está destruyendo nuestro planeta y amenazando las vidas de aquellos que tratan de proteger la tierra. Lo que vemos en la región del Amazonas es como un laboratorio para todo el planeta.
El Amazonas al borde del abismo
Los pueblos de la Amazonía son testigos de los signos de los tiempos: están experimentando sequías, olas de calor y otros cambios significativos en la región del Amazonas a medida que la constante de la deforestación -que ya ha alcanzado el 20%- debilita el rol que juega la selva tropical en la generación de suficientes nubes para volver a alimentar con lluvia los bosques del Amazonas y de otros situados mucho más allá de la Amazonía. La selva amazónica está en peligro de convertirse en una sabana.
Para los pueblos de la Amazonia, la ciencia no es teoría, son hechos: el calentamiento global y la deforestación son fenómenos que se exacerban mutuamente. A medida que disminuye la capacidad de los bosques para absorber carbono, las consecuencias se hacen sentir en el clima del planeta, e inversamente, el calentamiento global acelera el proceso de "sabanización" de la Amazonía.
Estamos en una encrucijada
Si la humanidad no logra mitigar el cambio climático, los puntos de inflexión como el de la Amazonía pueden llegar a un punto de no retorno, y potencialmente enviar a la Tierra a una espiral de cambio climático desbocado que modifique la faz de nuestra Casa Común.
El Informe Especial del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change/ Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) del año pasado sobre 1.5°C fue claro sobre las opciones a las que se enfrenta actualmente la humanidad: las comunidades más vulnerables de la Tierra continuarán sufriendo los efectos a un ritmo cada vez mayor. El tiempo se acaba. Para alcanzar el cero neto en 2050 en todo el mundo, sólo nos quedan unos pocos años para reducir radicalmente nuestras emisiones actuales de CO2.
Como han demostrado los escenarios del IPCC, no faltan ideas - justas, sostenibles y bien investigadas - para que los gobiernos implementen una transición ecológica. Muchas comunidades tienen gran experiencia en modelos innovadores de producción de alimentos y energía que han demostrado su eficacia a gran escala, como la agroecología y los sistemas democráticos de energías renovables. No se trata de una falta de conocimiento, sino de un problema de implementación.
Las soluciones basadas en la naturaleza pueden contribuir significativamente a mantener el aumento de la temperatura media mundial dentro de los límites de 1.5°C evitando las emisiones derivadas de la deforestación, la degradación de los bosques y las pérdidas de los ecosistemas de humedales, restaurando las tierras degradadas y ampliando los sistemas agroecológicos de alimentación y garantizando los derechos sobre la tierra y los territorios a los pueblos autóctonos e indígenas.
No hay razón para recurrir a la experimentación especulativa con la geoingeniería, potencialmente catastrófica. Tenemos serias preocupaciones sobre otras “falsas soluciones”: “tomamos conciencia de que el avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia, y vislumbra que son otros los caminos fundamentales para un futuro feliz” (LS 113).
Los gobiernos, las empresas y la sociedad han estado retrasando la acción durante demasiado tiempo, mientras que las personas más vulnerables sufren y nuestro planeta literalmente arde ante nuestros ojos. Merecen una respuesta a sus llamadas, ya que sólo tenemos un planeta en el que vivir.
La inacción es un crimen contra la humanidad y la naturaleza
Con esta declaración, reafirmamos la declaración de los líderes de la Iglesia de las agrupaciones continentales de las conferencias episcopales del año pasado , para finalizar el Reglamento de implementación del Acuerdo de París, y expresamos nuestra profunda preocupación por el pobre estado de compromiso e implementación desde entonces. Las actuales Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs- Nationally Determined Contributions) apenas representan un tercio de la reducción de emisiones necesaria para limitar el calentamiento global a 1.5°C y en cambio permiten más de 3.5°C de calentamiento.
Nos preocupa escuchar que algunos países no están negociando en el espíritu del Acuerdo de París, sino que siguen actuando en su propio interés abriendo brechas bajo las Reglas de Comercio de Carbono, sin aceptar las salvaguardias sociales y ambientales.
Estamos decepcionados con la falta de honestidad y transparencia, ya que los gobiernos siguen reafirmando su compromiso en virtud del Acuerdo de París, mientras que sus políticas hablan y actúan en sentido contrario. Y nos entristece que las comunidades más vulnerables y las generaciones futuras paguen una vez más el precio de nuestra inacción, con muy pocos fondos para adaptarse, y todavía no hay ningún mecanismo en el horizonte para compensar las pérdidas y los daños causados por el cambio climático.
Necesitamos acción climática
No podremos aliviar la pobreza y garantizar la dignidad humana para todos sin reconocer la interconexión entre nosotros y la naturaleza, que es nuestra fuente de vida. Del mismo modo, no acabaremos con el cambio climático sin afrontar los factores sociales, económicos y políticos que impulsan nuestro actual camino de desarrollo, lo que nos pone en contradicción con la estabilidad del planeta del que dependemos.
La humanidad ya tiene una gran deuda histórica con los pueblos indígenas y a través de nuestra inercia, esta deuda está creciendo y afectando a cientos de millones de personas en todo el mundo que pueden perder sus hogares, culturas y formas de vida debido a los efectos devastadores del cambio climático.
Mientras escuchamos las voces de la Amazonía, podemos sentir la misma urgencia que escuchamos de las valientes voces del movimiento climático juvenil. Nos comprometemos a apoyar su movimiento en todo el mundo, a pedirles a los líderes políticos que se comprometan a cambiar radicalmente nuestra forma de vida para salvar nuestro Hogar Común, para el Amazonas y otros biomas críticos de todo el mundo, en el Congo Bassin, en Asia, y Oceanía.
Estamos convencidos de que este proceso sinodal, que comenzó escuchando las voces de la Amazonía, contribuirá a construir una Iglesia comprometida con el cuidado de la creación, al lado de los defensores del medio ambiente y de los derechos humanos, comprometidos contra la violencia y la explotación. La Iglesia misma está comprometida con esta transición ecológica hacia una forma de vida más sostenible.
"Nuestra fe debe ser más fuerte que nuestro miedo al cambio."
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