COP25: Resultados mediocres e insuficientes para garantizar la justicia climática.
Después de un año frenético, en el que 2019 forma parte del quinquenio con las más altas temperaturas registradas a nivel mundial, se alcanza un nuevo record de emisiones de gases de efecto invernadero, se multiplican los desastres climáticos vinculados a sequías, inundaciones, huracanes, olas de calor extremo, etc. y asistimos al despertar de la juventud mundial, que reclama una acción urgente y contundente por parte de los gobiernos, la realización de la COP 25 en Madrid, con su lema “Es tiempo de actuar”, nos llenó de esperanza.
Recordamos que, tras la renuncia de Brasil, y la imposibilidad de Chile de celebrar la cumbre, ésta ha estado a punto de ser cancelada, en un momento muy delicado para afrontar el desafío climático. En 2015 los países aprobaron el Acuerdo de París, que se pondrá en marcha a partir del 2020. Pero para ello, era necesario, entre otras cosas, cerrar el “libro de reglas” por las que se regirá el acuerdo. De modo que los objetivos de la COP 25, tal como los expresaba el Representante Vaticano en las negociaciones, y actual Nuncio Apostólico en España, deberían ser “más ambición y más acción”. Sin embargo, los resultados dejan mucho que desear, especialmente si pensamos en las personas más pobres y vulnerables del planeta.
“Justicia Climática” es el lugar desde donde Manos Unidas acompaña y sigue con interés las negociaciones por el clima. Son las personas más pobres y vulnerables las que sufren con mayor intensidad los impactos del cambio climático. Paradójicamente, son las menos responsables de la emisión de gases de efecto invernadero que produce el cambio climático. Y son las que tienen menos recursos para adaptarse a los cambios y afrontar los daños producidos. Por tanto, cualquier avance en las negociaciones climáticas, tiene un impacto directo en el presente y el futuro de las poblaciones más pobres del mundo, aquéllas a quienes Manos Unidas sirve, acompaña y apoya en sus procesos de desarrollo. A partir de aquí, valoramos algunos aspectos esenciales abordados estos días en Madrid, en la COP 25.
Falta de ambición en la reducción de emisiones. El Acuerdo de París asume como objetivo principal evitar la subida de las temperaturas por encima de 2ºC para finales de siglo, y se propone esforzarse para limitar ésta subida a no más de 1.5ºC, en relación con los niveles preindustriales. Para ello, cada país contribuirá voluntariamente con sus reducciones de emisiones, esperando que el esfuerzo común permita conseguir el objetivo. Pero los compromisos actuales son claramente insuficientes, y nos llevarían a un escenario de una temperatura superior a 3.2ºC. Es urgente, si queremos evitar una crisis climática irreversible, un aumento en el esfuerzo de todos los países, especialmente de los más contaminantes. Pero en Madrid no hemos visto ambición. Ninguno de los grandes países se comprometió a disminuir sus emisiones. Y ni siquiera se llegó a un acuerdo sobre la fecha límite para que cada país presente sus propuestas en 2020. Ciertamente, más de 90 países se han comprometido a trabajar por la neutralidad climática, y más de 30 se han comprometido a ampliar sus contribuciones nacionales. Pero el esfuerzo sigue siendo insuficiente. Y la amenaza mayor de esta inacción es para los más vulnerables.
Un mercado de emisiones sin reglas justas. El artículo 6 del Acuerdo de París, sobre los mercados de carbono, era el único tema pendiente para cerrar el “libro de reglas”. Pero llegar a un acuerdo acabó siendo imposible. Sobre la mesa tres cuestiones principales: la oposición a los países que querían sumar su “saldo de emisiones” bajo el Protocolo de Kyoto para usarlo en el Acuerdo de París; la mala práctica de la doble contabilidad de las mismas emisiones tanto por parte del país desarrollado que financia un proyecto para evitar emisiones, como por parte del país en desarrollo donde se ejecuta el mismo; y la falta de salvaguardas sociales y ambientales, que garanticen que este mercado se realiza bajo el respeto de los derechos humanos y la preservación ambiental. Dado que fue imposible acordar un texto, el artículo 6 se abordará nuevamente en la COP 26 en Glasgow el próximo año. En nuestra opinión, es mejor un “no acuerdo” que un mal acuerdo, que deje sin protección a las personas y al planeta. Lo que necesitamos son unos mercados de carbono que sirvan para aumentar la ambición para recortar emisiones, no para disminuirla. Y con un mandato claro para proteger el medio ambiente y los derechos humanos, donde las comunidades locales sean claramente protegidas y beneficiadas.
Financiación difusa para los países en desarrollo… En 2010 en la COP 16 se creó el llamado “Fondo Verde Climático” con el objetivo de financiar a los países en desarrollo, con 100 mil millones de dólares anuales a partir de 2020, en sus procesos de disminución de emisiones y adaptación al cambio climático. A pesar de que varios países anunciaron en la COP un aumento de recursos para el Fondo Verde, lo cierto es que la recaudación es claramente insuficiente. El documento final se limita a recordar éste compromiso, y hace un vago llamado a “las entidades” a colaborar en el esfuerzo.
… Y para las pérdidas y daños. Pero el tema central fue el de las “pérdidas y daños”. Hace alusión ya no a los esfuerzos de adaptarse para el futuro, sino a afrontar aquí y ahora los daños y las pérdidas que están suponiendo los desastres climáticos, cada vez más intensos y más frecuentes. Mozambique, por ejemplo, recibió en 2019, por primera vez en su historia, el impacto de dos violentos huracanes, separados por unas cuantas semanas. ¿Cómo pueden los países en desarrollo afrontar estas catástrofes? En la COP se planteó la necesidad de ir más allá del soporte técnico, como los mecanismos de alerta temprana, y abordar la cuestión de la financiación: una línea específica para financiar la respuesta a los desastres climáticos. La decisión final fue ambigua: no a una nueva fuente de financiación, sí a acceso a financiación a través del Fondo Verde Climático… un Fondo muy por debajo del objetivo propuesto, y por ahora sin mecanismos claros para acceder a fondos por pérdidas y daños.
Un claro paso en igualdad de género. Tal vez uno de los pasos más significativos en la COP 25 ha sido, finalmente, la aprobación del “Plan de Acción de Género”. Se trata de un plan que busca una mayor igualdad entre hombres y mujeres tanto en la toma de decisiones sobre cambio climático en el ámbito de las COP, como facilitar su papel en los planes nacionales de cambio climático, incluyendo herramientas de formación, comunicación, promoción del liderazgo, mecanismos de seguimiento, etc.
A pesar de estos avances, es claro que en la COP 25 no se han puesto los cimientos necesarios para una mayor ambición climática y una acción más urgente, tal como repiten los científicos y exige cada vez con más fuerza la sociedad.
Desde Manos Unidas seguiremos trabajando por un Acuerdo de París exigente y congruente con la dignidad de las personas, el freno al deterioro del planeta, y la justicia climática.