Coronavirus: el virus del miedo

José Luis Lázaro Ansola. Misionero Zimbabue. Foto: Manos Unidas
José Luis Lázaro Ansola
Zimbabue

Misionero zaragozano en Zimbabue

        ¡Ya es oficial!  “El virus del miedo” ha entrado en Zimbabue

Después de muchos días de rumores, el gobierno ha tenido que confirmar los primeros casos positivos en este país africano. Lo sorprendente, una vez más, es la reacción de nuestra gente: "Padre, no es problema, aquí cada día tenemos que luchar para conseguir salir adelante". Y esta es, quizás, la enseñanza que deberíamos enviar a quienes sufren este virus en el norte del hemisferio.

Las seguridades que nos habíamos creado en torno a un sistema económico y político neoliberal se han derribado como un dominó, con un minúsculo “bichito”, y ni siquiera los muros levantados para protegernos de ese mal llamado inmigración han podido detener el avance de este virus que no se sabe muy bien de donde viene: de un laboratorio, de China, o quizás del fondo de nuestra condición humana.

Es la primera vez que un minúsculo organismo ha sacado a la luz pública, en nuestra condición humana, sentimientos como: vulnerabilidad, fragilidad, inseguridad, impotencia y, sobre todo, ¡MIEDO! No es fácil aceptar que aquellos a quienes amas y quieres están afectados por esta enfermedad.

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Quienes eran modelo de seguridad, de estabilidad y de una vida asentada y confortable ahora luchan por sobrevivir y rehacerse moral y vitalmente ante los efectos y los daños provocados por este virus.

Quizás es una oportunidad, un regalo de Dios, para revisar dónde habíamos puesto nuestras seguridades, expectativas y confianzas: ¿en nosotros mismos o en Él? Quizás nos habían hecho creer que podíamos controlar toda nuestra vida si seguíamos los cánones marcados por nuestro sistema de vida comúnmente aceptado y bendecido por todas las instituciones humanas. Y la gran mentira, en la que vivíamos, ha sacado a la luz la desnudez de nuestra alma, vacía y alejada del plan de Dios, para este mundo y la humanidad.

             Ahora, la solución urgente es la búsqueda de un “remedio”, una vacuna, que logre mitigar el dolor y el miedo a la muerte y nos ayude a olvidar que por un tiempo fuimos vulnerables. Y vivimos atemorizados, pensando que tenemos que cambiar todo el sistema de valores que nos había dado seguridad y estabilidad

Confieso que yo, también, estoy infectado por un virus, un virus que no sé muy bien cuándo entró en el fondo de mi alma, estando en África, y cambió mi forma de mirar la vida y entender que, solo desde el día a día, con la confianza puesta en Jesucristo y en el servicio a los más empobrecidos, puedo vivir feliz aceptando el plan de Dios en mi vida. Saberme vulnerable, pequeño, débil, frágil, impotente –pocas cosas puedes controlar en este bendito continente– y pecador; me ayuda a vivir sin miedo todos los acontecimientos, problemas y circunstancias del carpe diem de mi vida en Zimbabue.

Yo no deseo que ninguna vacuna me cure de este virus, que me ayude a vivir sin miedo, a sentirme agraciado, a aceptar la voluntad de Dios en mi vida, a compartirla desde los pobres y los excluidos –de hoy y de mañana–-, y a saberme –consciente y públicamente– vulnerable, frágil y limitado por mis contradicciones, limitaciones y pecados. No sé si seré afectado por este virus del miedo, o sufriré las consecuencias de lo que está por venir. Lo que sí sé es que no quiero vivir una vida alejada del amor de Jesucristo o huir de este rincón del sur de África.

Me gustaría terminar con la oración a la que nos invita a confiar en Dios, en estos instantes, el Papa Francisco:

Esta noche antes de dormir
piensa en cuando volvamos a la calle.
Piensa en cuando nos abracemos de nuevo,
cuando comprar todos juntos nos parecerá una fiesta.
Piensa en cuando regresen los cafés en el bar,
las charlas, las fotos apretados unos a otros.
Piensa en cuando todo sea un recuerdo
y la normalidad nos parecerá
un regalo inesperado y hermoso.
Vamos a amar todo lo que hasta hoy nos pareció inútil.
Cada segundo será valioso.
Los ratos nadando en el mar, disfrutar del sol,
Los atardeceres, los brindis, las risas.
Volveremos a reírnos juntos.
Fuerza y coraje. ¡Nos vemos pronto!
 

Manos Unidas ante el coronavirus

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