África se enfrenta a las consecuencias económicas y sociales de la pandemia.
Desde que el pasado mes de marzo la Organización Mundial de la Salud calificase la crisis del coronavirus como pandemia, Manos Unidas ha destinado ya en torno a un millón de euros a paliar las consecuencias que esta situación está teniendo entre la población más vulnerable de África.
Aunque la propagación de la pandemia en África ha sido lenta en relación a Europa o América del Norte, las cifras no cesan de aumentar con desigual incidencia en unos países y en otros. Sin embargo, los datos no suponen un reflejo fiel de lo que realmente está ocurriendo en el continente debido a la falta de tests. Desgraciadamente, la realidad debe ser mucho peor de lo que arrojan las cifras conocidas de la Unión Africana o Naciones Unidas.
Desde que el 14 de febrero se reportara el primer caso de contagio en Egipto, se han ido añadiendo países hasta alcanzar la práctica totalidad del continente, siendo los países más afectados el propio Egipto, Marruecos, Mauritania, Argelia, Nigeria, Sudán, Sudáfrica y Camerún.
Teniendo en cuenta la extrema debilidad de las estructuras sanitarias en la mayoría de los países y los escasos recursos humanos y materiales de que disponen, Manos Unidas se está volcando en proyectos de prevención y de refuerzo de estructuras sanitarias y apoyo de ayuda alimentaria y medicamentos a los colectivos y comunidades más vulnerables.
Con una incorporación más lenta a la pandemia, África se encuentra en alerta por las consecuencias sociales y económicas de la crisis, en un contexto marcado por la malnutrición y la incidencia de otras enfermedades.
Con unos sistemas sanitarios muy débiles, faltos de recursos humanos y materiales, esta pandemia se suma a otros retos a los que se enfrentan cada día como el VIH, la malaria, la tuberculosis o la malnutrición. El resultado puede ser devastador y los daños colaterales asociados a las medidas que los Gobiernos han adoptado en cuanto a confinamiento, restricción de movimientos y cierre de fronteras, si bien son eficaces para contener la extensión de los contagios y debemos felicitarnos por ello, tendrán sin duda un efecto profundo sobre la seguridad alimentaria, así como en la capacidad de los más empobrecidos para obtener sus pequeños ingresos diarios, viendo cada día cómo su supervivencia está en peligro. Morir por el coronavirus o de hambre, tremendo dilema.
Con la experiencia vivida hace poco tiempo en relación al triunfo sobre el ébola, tenemos la esperanza de que este nuevo envite será superado con el mínimo número de bajas (María Isabel Ibáñez, Manos Unidas).
Los misioneros de las diferentes congregaciones, socios locales religiosos y laicos con los que trabajamos, nos están dando un ejemplo de entereza. Sobreponiéndose a esta nueva dificultad, y alineados con las directrices de sus autoridades locales, están divulgando información de prevención y sensibilizando a sus comunidades, fabricando mascarillas de protección y distribuyendo geles hidro-alcohólicos y jabones; todo ello en la medida de sus posibilidades, como un David contra Goliat.
En este contexto, Manos Unidas estuvo desde los primeros días junto a sus socios locales y, sin dilación, puso en marcha ayudas de emergencia en África con importantes sumas destinadas a Etiopía, Kenia, Madagascar, Malaui, Mozambique, Zimbabue, Camerún, República Democrática del Congo, Burkina Faso, Sierra Leona, Marruecos o Mauritania. Fieles a nuestros fines, y aunque el ritmo de los proyectos de desarrollo ha disminuido sensiblemente, hemos priorizado aquellos enfocados a la salud, la ayuda alimentaria y el acceso al agua.
Con la experiencia vivida hace poco tiempo en relación al triunfo sobre el ébola –reto que parecía imposible–, tenemos la esperanza de que este nuevo envite será superado con el mínimo número de bajas. África lo necesita y lo merece.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 212 (junio-septiembre 2020).
Texto de María Isabel Ibáñez. Departamento de Proyectos de África.