Una mirada a la situación de los refugiados en Siria y Líbano.
Aunque las cifras de contagiados y fallecidos por Covid-19 en los países de Oriente Medio no hayan sido hasta la fecha tan elevadas como en muchos países europeos y americanos, el impacto de la pandemia en la región ha sido catastrófico debido a los problemas estructurales de gran calado que la población viene sufriendo desde hace años.
Si ponemos el foco en Siria, vemos cómo más de 9 años de guerra –con un saldo de 400.000 muertos, 12 millones de desplazados y refugiados, las infraestructuras destruidas y un injusto bloqueo internacional–, han dejado a más de 17 millones de habitantes en situación de miseria. Con el confinamiento y el toque de queda, además, se cerró la frontera con Líbano y con ello la única entrada y salida de bienes y servicios, por lo que todos los pequeños productores y jornaleros tuvieron que parar su actividad.
Así, aunque la ayuda humanitaria no está prohibida, en la práctica es irrealizable. Con la «vuelta a la normalidad», todavía más sirios dependen de las ONG que, por otra parte, no pueden comprar nada fuera debido al bloqueo. Los sirios están cansados, desesperados y deprimidos: ocho de cada diez personas se sitúan hoy por debajo del umbral de la pobreza.
Si miramos al Líbano vemos a una población cada vez más ahogada. Desde octubre de 2019, al inicio de las revueltas populares originadas por la situación económica provocada en buena parte por la corrupción política y la crisis de los refugiados –el país ha acogido a 1,5 millones de refugiados sirios y alrededor de 500.000 palestinos–, la Libra Libanesa ha perdido el 75 % de su valor. A esto se suman las terribles explosiones que sacudieron Beirut a principios de agosto y que el Líbano sigue en situación de guerra con Israel, país que continúa realizando incursiones aéreas en territorio libanés. Las revueltas que hasta el pasado marzo paralizaron el país exigiendo reformas políticas y económicas, se detuvieron con el confinamiento, así como las actividades económicas, educativas y culturales. Ahora, con la relajación de estas medidas, han vuelto las revueltas sociales en un contexto social en el que la pobreza extrema es muy superior.
Los sirios están cansados, desesperados y deprimidos: ocho de cada diez personas se sitúan hoy por debajo del umbral de la pobreza.
Ante esta situación, la acción de Manos Unidas en Líbano se ha centrado esencialmente en aliviar la situación del millón y medio de refugiados sirios, sin olvidar a la población libanesa más empobrecida. Así, en la actualidad están en marcha seis proyectos por un importe total de 295.000 € para dotar de alimentos básicos y atención sanitaria a la población más vulnerable, apoyo psicológico a familias refugiadas sirias, apoyo a cooperativas agrícolas y un gran programa educativo para niños y niñas que viven en campamentos de refugiados en la región de Sidón.
En Siria, Manos Unidas ha seguido acompañando a los más vulnerables y en la actualidad tiene cuatro proyectos abiertos por un valor de 175.000 €. Estas iniciativas hacen posible la ayuda humanitaria para un campamento de 700 desplazados kurdos; la puesta en marcha de un pequeño centro de formación en informática; la formación en gestión básica de pequeños negocios a microemprendedores y la formación a 120 universitarios que todavía viven en Siria para que puedan acceder al mercado laboral tanto en ONG internacionales como en empresas nacionales. Estos jóvenes serán, probablemente, los líderes del futuro.
En Manos Unidas seguimos comprometidos en la denuncia de las causas que permiten que estos millones de personas permanezcan en situación de pobreza y no dejaremos de trabajar y empeñarnos en acompañar a estas comunidades en su lucha por recobrar la esperanza y una vida digna.
Texto de África Marcitllach. Departamento de Proyectos de Asia.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 213 (octubre 2020-enero 2021).