El Centro de Promoción de Mukuru (Kenia) trabaja con los habitantes de los slums para que puedan recibir atención médica, educación y rehabilitación social.
Socio local de Manos Unidas en Kenia.
Matthew Ochieng tiene 24 años y se dedica a la gestión y adquisición de material para el Centro de Promoción de Mukuru. Cuando era solo un niño, su madre enviudó muy joven y se quedó sola con cuatro hijos a los que cuidar.
Mukuru es un suburbio empobrecido de Nairobi, capital de Kenia, donde conviven cerca de 600.000 personas en unas condiciones que rozan la inhumanidad. En medio de esa multitud, el destino quiso que Matthew, un niño huérfano de padre, y la hermana Mary Killeen, llegada al país en 1976, cruzaran sus caminos de forma inseparable. Este encuentro fortuito cambió la vida de Matthew, y ahora él se esfuerza a diario para apoyar a las 2.000 familias que se benefician de la labor del Centro de Promoción de Mukuru.
Día a día, Matthew deambulaba, sin rumbo fijo, por las calles de los barrios deprimidos de Nairobi –conocidos como slums–. El dinero que su madre ganaba con tanto esfuerzo no llegaba para que él pudiera asistir al colegio. La hermana Mary Killeen, conocida cariñosamente como Sister Mary, se fijó en su situación y le ofreció a él y a su madre la posibilidad de que Matthew ingresase en la escuela de primaria de Mukuru.
«Por aquel entonces, la educación era un desafío muy grande. Mi madre estaba desempleada. Hacía trabajos informales e iba a zonas de la ciudad donde viven los ricos y esperaba que le dieran la ropa para lavar. Podía ganar, más o menos, 100 chelines kenianos (0’78 €) y eso, de acuerdo al nivel de vida de hoy en día, solo daba para dos paquetes de harina de maíz», explica Matthew.
El centro educativo era, y sigue siendo, parte de las iniciativas del Centro de Promoción de Mukuru, dirigido por las Hermanas de la Caridad; una congregación que lleva décadas luchando para proporcionar educación a miles de niños sin recursos en todo el mundo.
«La vida en el slum era muy difícil. Casi termino en la calle, pero me rescató la hermana Mary y me trajo a la escuela. Así que puedo decir que el Centro de Promoción ha transformado mi vida. Realmente me ayudaron porque me dieron mochilas, libros y todo lo que necesitaba para mi educación», narra un emocionado Matthew.
Gracias a la aportación de Manos Unidas y sus colaboradores, así como a la incansable labor de las Hermanas de la Caridad, cientos de niños keniatas de primaria y secundaria han tenido una segunda oportunidad en el Centro de Promoción de Mukuru.
La gratitud de ese niño al que ayudaron Sister Mary y su proyecto educativo, apoyado desde hace décadas por Manos Unidas, es eterna, y así se desprende de sus palabras: «Nunca podré devolver el apoyo que me han dado, ni siquiera en un año o en dos… Así que trabajo duro para demostrar que estoy agradecido por la ayuda que me han brindado a lo largo de mi vida».
Texto de Hugo Pérez Marsol. Departamento de Comunicación.
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 214 (febrero-mayo 2021).