Nacer en la localidad minera de Cerro de Pasco marcó la vida de Raquel Reynoso, la niña recogía pirita, atraída por el resplandor áureo de un mineral que veía como “un tesoro”; tesoro por el que los habitantes de la zona tuvieron que pagar un precio muy alto. “Cuando regresé a Cerro de Pasco, después de mis estudios en Lima, comprobé el desastre ecológico que había provocado la explotación de minerales…”, explica Reynoso, presidenta de la Asociación Servicios Educativos Rurales (SER), socio local de Manos Unidas en el país andino e invitada en la Campaña de Manos Unidas para hablar de su trabajo como defensora de los derechos humanos en su Perú natal.
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Además, vivir de cerca la violencia en el seno de la familia y la discriminación por el mero hecho de haber nacido mujer, llevó a Reynoso a involucrarse en programas de apoyo social, en organismos de derechos humanos y en diversos voluntariados.
Me costó mucho pero finalmente tomé conciencia de que aquello que no se nombra no existe… Y que no es posible que siendo las mujeres la mitad de la población mundial no tengamos las mismas oportunidades y derechos que los varones.
La discriminación, violencia y falta de derechos la padecen, multiplicada, las comunidades indígenas de Ayacucho con las que trabaja. Allí sufrieron especialmente el conflicto armado interno que dejó en todo el país unas 69.000 víctimas fatales y miles de desaparecidos, fundamentalmente campesinos quechuahablantes.
Reynoso explica como el conflicto marcó para siempre a miles de mujeres: “Ellas, como suele ser habitual, se llevaron la peor parte en el conflicto. Y, por si fuera poco, estas mujeres sufrieron, también, esterilizaciones forzadas. Más de 270.000 fueron esterilizadas sin su consentimiento y tratadas como objetos durante el gobierno de Fujimori”, denuncia.
Ellas, mujeres valientes, con una gran capacidad de resiliencia, como han vuelto a demostrar en la pandemia, son el caballo de batalla de Raquel Reynoso. “Veinte años después, siguen siendo discriminadas y siguen esperando la verdad, la justicia y la reparación”, revela la trabajadora social peruana. Raquel Reynoso, se muestra orgullosa de trabajar junto a Manos Unidas, en la capacitación de estas mujeres "violentadas y discriminadas, que se hacen cargo de su familia, de las tierras de cultivo y de los animales menores cuando los hombres migran a zonas urbanas en busca de mayores ingresos”.
“Estas mujeres y sus familias y comunidades han tenido que enfrentar la pandemia en situaciones muy deplorables, pero nos han demostrado que con solidaridad todos es posible”.