Las restricciones por el coronavirus complican aún más la vida de los migrantes.
En el «Día Internacional del Migrante 2021», un año que sigue marcado por la pandemia del coronavirus y las restricciones a la movilidad internacional, Manos Unidas dirige su mirada a 3 proyectos propios situados en Brasil, la India y Marruecos.
Por lo general, se define como refugiado a aquél que huye de su país por una situación de persecución (ideológica, racista, etc.), mientras que con los migrantes se considera que abandonan su país natal de forma voluntaria en busca de un luga mejor. Sin embargo, aunque esta decisión suela ser voluntaria, muchas veces los motivos que subyacen en ella son igualmente dramáticos: pobreza, hambre, malas previsiones para el futuro, etc.
Según datos de la ONU, en 2020 había más de 280 millones migrantes internacionales. De ellos, un 13 % son niños menores de 18 años, que se ven arrojados a un futuro incierto y complicado siendo los más frágiles de las familias.
No hay que olvidarse tampoco de los migrantes internos, que en 2009 sumaban cerca de 740 millones de personas. Incluso con las restricciones de la pandemia, los más recientes informes de la «Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC)» señalan que en 2020 hubo 40'5 millones más de migrantes internos.
Además de enfrentarse a distintos problemas cuando llegan a su país de destino, los migrantes sufren el peligro añadido de que en el tránsito son presas fáciles para traficantes, desalmados o las propias inclemencias de la naturaleza. Desde 2014, casi 45.000 personas han muerto o desaparecido en estos trayectos migratorios.
Por todo ello, Manos Unidas lleva muchos años impulsando proyectos de desarrollo que buscan apoyar a las comunidades migrantes de diferentes países, con el objetivo de que puedan establecerse como comunidades unidas y eso les ayude a asegurarse un mejor futuro en el país de acogida.
Hoy, 18 de diciembre, en el «Día Internacional del Migrante 2021», queremos que conozcas más de cerca 3 de nuestros proyectos con migrantes, situados en Brasil, la India y Marruecos.
El pueblo Warao, tradicionalmente habitantes del delta del río Orinoco (Venezuela), es un grupo étnico que actualmente suma alrededor de 49.000 individuos. Su presencia en Brasil se ha intensificado en los últimos años, debido a la crítica situación de Venezuela.
La mayoría de los Warao viven en condiciones realmente precarias, y muchos de ellos no hablan portugués, con lo cual la mendicidad acaba siendo su única salida. Pocas personas Warao tienen tarjetas de trabajo y casi ninguno tiene la documentación necesaria para acceder a la atención sanitaria pública.
Para reducir los niveles de miseria y marginación en los que sobreviven las familias migrantes Warao en el municipio de Açailândia, que sufren una triple discriminación (por ser pobres, extranjeros e indígenas), en 2020 iniciamos un proyecto con el «Centro de Defensa de la Vida y los Derechos Humanos Carmen Bascarán» (CDVDH/CB).
El proyecto con el CDVDH/CB incluye cursos intensivos de portugués, cursos de profesionalización, así como encuentros específicos sobre derechos de las mujeres, niños y adolescentes. También comprende acciones para la obtención de documentación para las familias, además de impulsar una campaña mediática de sensibilización sobre la realidad Warao.
Hoy por hoy, los Warao están logrando organizarse como comunidad, e incluso planifican varias acciones de incidencia política y conciencia social.
Debido a la incidencia del coronavirus en Brasil, y concretamente entre los Warao, el proyecto tuvo que readecuarse, pero sin perder nunca de vista el objetivo inicial de lograr la inclusión de las familias refugiadas.
Uno de los grandes retos fue la inclusión de los niños Warao en la escuela en medio de la pandemia, con la irrupción de las clases en línea y el posterior regreso al modelo híbrido entre presencial y a distancia. El docente José Lisardo Moraleda fue fundamental en este proceso.
La inesperada aparición y rápida expansión de la COVID-19 obligó a muchos migrantes internos de la India a volver a sus localidades natales. De repente, se encontraron sin trabajo ni su modo de vida habitual.
Por ello, este proyecto se activó para ayudar a las familias de los migrantes a ser autosuficientes y poder luchar por un futuro mejor, así como en proveer a 100 familias con lo esencial para poder sobrevivir.
Digdar, Rojni, Madi, Chargaon fueron algunas de las localidades donde este proyecto ayudó a los migrantes locales a sobrellevar la crisis causada por la COVID-19.
Varios de los migrantes entraron a trabajar en las granjas locales, ayudando en la producción, distribución y venta de sus productos. En esa misma línea, otros migrantes se unieron a los equipos de venta, que iban puerta a puerta vendiendo frutas, verduras y otros productos comestibles. Esta actividad fue muy útil en los momentos de máximo confinamiento, pues las familias pudieron disponer de productos frescos sin arriesgarse a sanciones o a poner en peligro su salud.
Si hay un producto imprescindible en la lucha contra el avance del coronavirus, son las mascarillas. Por ello, otros tantos migrantes se unieron y empezaron a tejer mascarillas caseras para ayudar a frenar la propagación del coronavirus.
Udaan, el socio local con quien impulsamos este proyecto, nos hizo llegar hace poco su agradecimiento por el éxito de la iniciativa: «Ayudar a los demás es una parte esencial de ser una buena persona. Queremos agradecer a Manos Unidas y a todos los corazones generosos que han ayudado a los más desfavorecidos de las más remotas aldeas de la India».
El coronavirus ha provocado un deterioro aún más significativo de las condiciones de vida de la población en tránsito, en especial las mujeres y menores.
Con la irrupción inesperada de la COVID-19, las comunidades de migrantes en Nador y Oujda, situadas en Marruecos, se vieron privadas de bienes básicos como el agua, la comida o la comunicación.
Las restricciones a la movilidad les afectaron tanto a ellos como a aquellos encargados de distribuirles bienes de primera necesidad (alimentos, materiales de abrigo, productos de higiene personal y colectiva, artículos de protección frente al coronavirus).
Además, la presión policial contra las personas migrantes en el entorno de Nador no solamente no se redujo sino que se incrementó, al abrigo de las medidas de seguridad impuestas frente al coronavirus.
Ante esta dura situación, los equipos de intervención tuvieron que adaptarse para poder hacer llegar su ayuda a los migrantes.
Por ejemplo, se establecieron nuevos protocolos en la preparación y distribución de los kits de ayuda, que lograron no poner en riesgo a ninguna persona beneficiaria ni miembro del equipo.
Además, se hizo un especial seguimiento a 228 mujeres embarazadas, así como a 186 recién nacidos, para asegurar bien su estado de salud.
De cara a completar este proyecto, se habilitaron también de dos nuevos alojamientos de emergencia para poder continuar acogiendo a las personas recién salidas del hospital y ofrecerles un lugar seguro para su recuperación, respetando siempre los tiempos de cuarentena y protocolos de seguridad establecidos frente al coronavirus.
Fanta y su amiga son dos mujeres senegalesas que perdieron a seres muy queridos durante los trayectos migratorios. Ambas han querido compartir su testimonio con nosotros.