La desigualdad Norte-Sur fuerza a miles de personas a migrar.
Personas desaparecidas y fallecidas en el Mediterráneo, llegada de migrantes irregulares a Canarias, cierre de fronteras, controversia, posiciones encontradas… Titulares impactantes que esconden la severa pobreza y desigualdad que empuja a muchos africanos a buscar una nueva vida fuera de sus países.
En Manos Unidas conocemos de cerca a muchas familias africanas asfixiadas por las duras condiciones que impone la pobreza, los conflictos internos o los efectos del cambio climático; realidades que las obligan a desplazarse dentro de su propio país o a buscar refugio en países vecinos.
Víctimas de la creciente desigualdad entre el Norte y el Sur y de las escasas perspectivas de desarrollo en sus lugares de origen, numerosos jóvenes parten en busca de esa vida mejor que prometen las redes sociales y los medios de comunicación. Para lograrlo, apoyados y «empujados» por sus familias y comunidades, ponen todas sus esperanzas y recursos en la vía de escape que supone la migración.
Desde 2013, Manos Unidas colabora en Marruecos con organizaciones que ayudan a las personas migrantes. Una de estas organizaciones es la Delegación Diocesana de Migraciones Zona-Oriental (DDM). Día tras día, acompaña a jóvenes que han sufrido enfermedades, maltratos y violaciones en la ruta migratoria; les ayudan a superar traumas psicológicos y físicos, y les ofrecen formación para facilitar su integración en la sociedad local o en los países a los que quieren llegar.
Desde allí nos llegan historias como las de Khadjou Faye, migrante senegalesa:
Salí de Senegal para tratar de entrar en Alemania. Debía cruzar desde Marruecos, pero la persona que debía pasarnos nos engañó y se quedó con el dinero. Tras una semana en los bosques de Nador, tuve un accidente de tráfico y quedé paralizada. Fui acogida por la DDM. En mi país no habría sobrevivido. Aquí me habéis operado y con la rehabilitación puedo moverme un poco (Khadjou Faye).
Las vivencias de los equipos de la DDM y el conocer de cerca el poder de las mafias y los riesgos de la ruta migratoria, han animado a la Delegación Diocesana de Migraciones Zona-Oriental a embarcarse en un nuevo reto: reducir esos riesgos proporcionando a la población información veraz y realista sobre las condiciones en las que se realiza la migración irregular. En otras palabras: avisar y alertar de peligros para prevenir situaciones traumáticas.
En este desafío, Manos Unidas es, también, una organización aliada. Apoyamos un proyecto en Senegal que, si bien no puede acabar con las desigualdades que impulsan la migración, sí aspira a que crezca en las comunidades la conciencia colectiva sobre los riesgos que asumen los jóvenes al abandonar el país. Se trata no solo de minimizar los sufrimientos que pueden encontrar durante el periplo, sino de reducir los traumas y el sentimiento de fracaso de los jóvenes al encontrase con una realidad muy diferente a la que les habían contado y esperaban descubrir.
Para poner en marcha esta iniciativa, nadie mejor que personas como el senegalés Ousmane Ba: «Abandoné mi país para ir a Marruecos y pasar a Europa para continuar mis estudios. No lo logré...». Ousmane trabaja hoy en la DDM y ha convertido la ayuda a las personas migrantes en su proyecto de vida.
«Estoy viviendo mi sueño: acudir en auxilio de una persona en situación de sufrimiento me hace sentir feliz y orgulloso», afirma. En las sesiones de sensibilización y formación con padres, jóvenes líderes y autoridades locales, Ousmane y sus compañeros dan a conocer la realidad que han vivido en primera persona, en su propio cuerpo, y no olvidan a todos los fallecidos en el empeño de llegar a otro mundo.
«Queremos formar, junto a ellos, una cadena humanitaria que proteja a las personas más vulnerables y no dejaremos de trabajar para que los jóvenes accedan a sus derechos en sus propios países, pero, también, para que no se sientan solos en su trayecto hacia un futuro más justo».
Texto de Ana Lucas. Departamento de Proyectos de África.
Este artículo fue publicado originalmente en la Revista de Manos Unidas nº 217.