El Centro Baraka ofrece formación integral a jóvenes vulnerables.
Nador es una ciudad de contrastes. En la actualidad, a causa del éxodo rural que vive Marruecos, cuenta con una población creciente de 275.000. Es un lugar en continuo desarrollo en el que la generación de nuevos barrios e infraestructuras ha sido una constante en los últimos años. No obstante, la gestión administrativa de esta “nueva” ciudad presenta graves carencias. No hay agua potable, electricidad, recogidas de basuras ni controles de saneamiento, por lo que sus ciudadanos se enfrentan a unas duras condiciones de vida.
El contraste se vuelve a repetir en su esfera económica: a pesar de que cuenta con sectores potenciales de desarrollo -como el tráfico portuario o el sector turístico- su ubicación fronteriza con Melilla convierte la ciudad en una zona de tráfico ilegal de mercancías.
Este escenario afecta especialmente a los jóvenes -alrededor de un 45% de la población- que se ven abocados a ganarse la vida en la economía sumergida.
El Centro Baraka de la Iglesia Católica de Nador trabaja con Manos Unidas para ofrecer a estos jóvenes en situación de vulnerabilidad la posibilidad de tener acceso a formación profesional. Se busca así reducir el riesgo de exclusión social y mejorar la empleabilidad de los jóvenes de ambos sexos.
Hanane es una estudiante de 22 años que estudia en Baraka el taller formativo de niñez y guardería. Conoció el centro gracias a una amiga y desde que lo visitó por primera vez se sintió muy acogida. “Los profesores se implican mucho con nosotros y eso me gusta porque hacen que nos sintamos cómodas. Además, Hanane afirma que m el pueblo marroquí debería esforzarse por dar más visibilidad social a la mujer. “Yo no me quiero quedar parada. Tengo planes de futuro, quiero invertir en Marruecos y proyectar una buena imagen de mi país al resto del mundo”, señala.
La situación de vulnerabilidad de las mujeres marroquíes no mejora con el paso del tiempo. A pesar de que la Constitución de 2011 garantizara unos principios de igualdad, la cultura y costumbres locales hacen muy difícil que se lleguen a concretar. Las madres solteras o abandonadas son las que más sufren condiciones de desigualdad y marginación.
El Centro Baraka, de la Iglesia Católica de Nador, se dedica a la formación integral de jóvenes en situación de vulnerabilidad para promover su inserción laboral y el acceso a espacios seguros de cohesión social.
El centro ofrece diversos talleres de alfabetización, de aprendizaje de idiomas (español, francés e inglés) y de formación profesional. Y, a la par, realizan una labor de concienciación sobre la desigualdad social y las grandes diferencias entre hombre y mujeres que azota al país. A Wassima, estudiante de francés, el centro le ha cambiado mucho el pensamiento. “Yo antes creía que los hombres tenían más oportunidades que las mujeres, pero ahora pienso que deberíamos tener las mismas, y este tipo de centros nos las dan”, asegura.
La falta de cobertura territorial de la formación profesional, la fragmentación social, así como la incapacidad empresarial para poder absorber la demanda de obra no cualificada restringen las posibilidades para superar el umbral de pobreza entre muchos jóvenes. A pesar de que el centro Baraka les ofrezca cursos y formaciones para que tengan mejores salidas laborales, muchos se ven obligados a migrar. Así lo expresa Youssra, estudiante de cocina en Baraka: “formarnos aquí nos permite construir un futuro diferente, nos ayuda a hacer algo que nos haga sentir bien. En Marruecos uno puede trabajar sin título, pero aquí recibes uno y eso nos abre la oportunidad de poder irnos a otros países a trabajar legalmente”.
Además de esta iniciativa , Manos Unidas realiza otro proyecto en la misma ciudad para prevenir y frenar la exclusión social de los jóvenes.