Que esta nueva Ley de Cooperación se convierta en una herramienta eficaz para apoyar más y mejor a los pueblos más vulnerables

Marco Gordillo en un acto de Manos Unidas. Foto: Manos Unidas/Clara Méndez
Marco Gordillo
Coordinador del departamento de Campañas de Manos Unidas

Ante la votación de la nueva “Ley de Cooperación para el Desarrollo y la Solidaridad Global”, que se prevé para esta semana, el coordinador de Campañas de Manos Unidas lanza esta reflexión.

A finales de los años 90 se vivió en España un momento fundamental para la cooperación al desarrollo. Miles de personas salieron a las calles pidiendo una política española de solidaridad para luchar contra la pobreza. Las acampadas en las calles, y la exigencia del cumplimiento del 0’7% del PIB para la cooperación, se convirtieron en el inicio de un proceso legislativo que terminó con la aprobación de la primera, y única hasta ahora, Ley de Cooperación Internacional de 1998. Se cimentó sobre 4 grandes principios, vigentes hasta el día de hoy: el consenso político, una cooperación descentralizada (algo muy particular de la cooperación española) la participación de todos los agentes sociales (academia, ONG, etc.) y la educación para el desarrollo como pieza fundamental para movilizar a la ciudadanía.

Casi 25 años después, muchas cosas han cambiado, y tras más de dos años de debate, es consenso de prácticamente todos los partidos políticos y agentes sociales, la necesidad de una reforma del sistema de cooperación, a través de una nueva “Ley de Cooperación para el Desarrollo y la Solidaridad Global”.

Afrontar con calidad los nuevos desafíos globales que nos plantean situaciones como la pandemia, responder a los efectos cada vez más intensos del cambio climático y su impacto en los más vulnerables, asumir las implicaciones de un desarrollo “inclusivo y sostenible” para todos, como plantea la Agenda 2030, luchar contra el hambre a partir de sistemas alimentarios justos y sostenibles; y en fin, trabajar para mejorar un mundo donde la pobreza, la desigualdad y la insostenibilidad ambiental siguen creciendo, afectando sobre todo a los países pobres, implica una cooperación transformadora y a la altura de los nuevos tiempos, con recursos suficientes y una estructura adecuada y renovada.

El pasado mes de septiembre el proyecto de ley pasó por su primer trámite parlamentario, y en esta semana se aprobará, previsiblemente, por el pleno del Congreso, quedando ya sólo el paso por el Senado, para su aprobación definitiva.

Esperamos que esta nueva Ley de Cooperación se convierta en una herramienta eficaz para apoyar más y mejor a los pueblos más vulnerables, y que refuerce la solidaridad de la sociedad española, que nunca ha dejado de creer en la cooperación como una necesidad y una obligación moral de todos nosotros.

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