Charla entre Clara Pardo, expresidenta de Manos Unidas, y Cecilia Pilar, que asumió el cargo en junio del pasado año.
En la tercera planta de la sede de Manos Unidas, en la calle Barquillo, 38 de Madrid hay un despacho que siempre –salvo en muy contadas ocasiones– tiene la puerta abierta. Allí encontramos, el pasado mes de julio, a dos mujeres en animada conversación.
Cecilia y Clara hablan del pasado, del presente y del futuro. Y de unas vidas en las que la presencia de Manos Unidas ha sido una constante.
Cuando Clara, de joven, conoció el verdadero sentido del «Ayuno Voluntario», no imaginó que ese emblemático día en el calendario de la ONG sería el que la empujaría, años después, cuando aparcó temporalmente su ajetreada vida profesional, a dedicar su tiempo y sus conocimientos a Manos Unidas.
«Además, el hecho de que fuera una ONG de la Iglesia, que trabajaba por esas personas vulnerables de los países del Sur que me interpelaban, es lo que me movió a entrar en esta casa que, a día de hoy, es tan importante en mi vida».
Cecilia Pilar asiente y corrobora esa motivación, a la que añade un matiz para ella fundamental: «Manos Unidas integra los valores de mi vida personal y familiar. Eso, sumado a la insistencia de dos amigas mías que llevaban ya años como voluntarias en la organización, y el hecho de que fuera una ONG de voluntarios, donde la mujer tiene un papel fundamental, me hicieron facilísima la elección. ¡Y qué bien hice!».
«Esos años aprendí muchísimo de realidades tan brutales que ni remotamente imaginaba que existieran» (Clara Pardo).
Porque si hay algo en lo que coinciden las dos es que nunca van a arrepentirse de la decisión que tomaron. A lo largo de los años de trabajo como voluntarias, Clara y Cecilia han llevado trayectorias parejas. «Yo entré en 2002 y me mandaron directa al Departamento de África. A darme con lo más duro de la realidad de Sierra Leona, un país recién salido de una guerra. Esos años aprendí muchísimo de realidades tan brutales que ni remotamente imaginaba que existieran», explica Pardo.
El destino de Cecilia fue también el Área de Proyectos. Trabajando desde la sede de Madrid conoció lugares en los que trabaja la ONG y que ella siente muy cercanos. «Me involucré en todo lo relativo a la gestión de proyectos en el continente americano. Primero en Bolivia y Paraguay y más tarde en México y Perú. De ahí pasé a coordinar el Festival de Clipmetrajes, una actividad fundamental para trasmitir valores a los jóvenes y, en los últimos cinco años, a coordinar el trabajo del Área de Comunicación, porque tú, como presidenta, me lo pediste, Clara», afirma Cecilia.
«En realidad la que lo pide es Manos Unidas –matiza Clara–. Esta organización nos va situando en aquellos puestos en los que la casa piensa que podemos ser más útiles. Yo, antes de la presidencia, pasé por la coordinación del Departamento de Asia y allí estaba muy feliz, pero me eligieron en la terna de “presidenciables” y, sinceramente, no pude decir que no…».
«Cuando te eligen como presidenta da mucho vértigo, porque es una gran responsabilidad» (Cecilia Pilar).
Porque tanto Cecilia como Clara ven el voluntariado como un servicio. «Te pones al servicio de Manos Unidas y, por supuesto, al servicio de las personas que más lo necesitan», explica Cecilia Pilar. «Cuando te eligen como presidenta da mucho vértigo, porque es una gran responsabilidad, pero el apoyo es grande y, entre todos, el trabajo se hace más llevadero», añade.
«No hay más que pensar en cómo hemos salido adelante durante la pandemia. Si a mí dos días antes del confinamiento me dicen que íbamos a funcionar como funcionamos, creo que me hubiera costado creerlo», señala Pardo. «Creo, de corazón, que ha sido el mayor reto al que me he enfrentado en mis seis años de presidenta», asegura sin dudarlo. «A pesar de las circunstancias que vivimos aquí, las condiciones en las que estaban las personas por las que trabajamos eran infinitamente peores y ese no era el momento para darles la espalda», declara.
Cecilia asiente con la cabeza, como para reforzar lo que comenta su antecesora en el cargo. Para ambas, la ONG ha salido fortalecida tras la pandemia, pero hay muchos otros retos a los que toca hacer frente con Cecilia Pilar al timón. «Tenemos ante nosotros una terrible crisis –derivada de la sequía, el cambio climático, la guerra y otros factores de mercado– que amenaza la vida de millones de personas. Y tendremos que enfrentarla con serenidad, firmeza y visión de futuro. Y para eso necesitamos que venga más gente a trabajar con nosotros. Necesitamos voluntarios y necesitamos gente joven. Jóvenes comprometidos, que nos conozcan y se sumen a nuestra causa».
A esos tres retos esenciales formulados por Cecilia Pilar se suma otro deseo que ambas expresan al unísono. Un reto complicado, casi utópico, pero que responde al espíritu de la organización desde su fundación hace más de 63 años. «Desaparecer –aseguran ambas–; que Manos Unidas no tenga que existir sería la prueba de que hemos cumplido con el objetivo de acabar con el hambre».
Mientras tanto, estas dos mujeres entregadas a la causa de Manos Unidas, continuarán «en la brecha». Luchando por los más empobrecidos como lo han hecho durante décadas todas sus antecesoras.
Texto de Marta Carreño. Departamento de Comunicación.
Este artículo fue publicado originalmente en la Revista nº 219 de Manos Unidas.