Primer diálogo en línea entre jóvenes voluntarios de Manos Unidas y del Sur.
Nuestro voluntariado joven pudo conocer de primera mano las experiencias de dos jóvenes activistas latinoamericanas, vinculadas a la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) y a la Red Iglesias y Minería (RIM). Ambas redes cuentan con el apoyo de Manos Unidas.
Hace unos días, el grupo de voluntariado joven de la ONG de la Iglesia católica tuvo la oportunidad de participar y colaborar en la organización de un diálogo online («#JóvenesManosUnidas: creando puentes con el Sur. Diálogo sobre "Minerales y extractivismo que matan"»), impulsado por el Departamento de Incidencias y Alianzas, y pensado especialmente para la gente más joven de Manos Unidas.
El objetivo de esta actividad era construir puentes de diálogo Norte-Sur, con la idea de que los jóvenes de Manos Unidas descubrieran, de viva voz, las dificultades que otros jóvenes enfrentan todos los días, simplemente por el hecho de vivir en un lugar diferente.
El encuentro sirvió para conocer la realidad de Valentina Vidal (Argentina) y Lucy Urvina (Ecuador), dos jóvenes afectadas por los abusos del extractivismo en sus países y que participaron en la pasada II Caravana por la Ecología Integral.
A raíz de sus intervenciones, se generó un diálogo enriquecedor y transformador, el cual ayudó a la reflexión y el posicionamiento ante las situaciones que afectan a la naturaleza y la vida de las comunidades.
El crimen organizado lidera la minería ilegal en Napo. Uno de sus focos está en la extracción masiva de oro, lo que provoca grandes impactos ambientales, ya que se usa mercurio para limpiarlo, lo que contamina el río y todo lo que lleva consigo.
«Actualmente, los pueblos indígenas somos los que sufrimos los abusos más visibles, pero la Amazonía es el pulmón del planeta y todo lo que ocurra aquí, antes o después, llegará a todos los lugares», exclamó Lucy Urvina.
«En Napo, mi ciudad, no hay diferencia entre la minería legal e ilegal porque las dos operan de la misma manera. Todas las concesiones mineras están a lo largo del río, donde están nuestras casas, y eso nos pone en riesgo porque, en cualquier momento, en función de los intereses económicos de las grandes mineras, podemos perder nuestro hogar», lamentó una afectada Lucy.
«La sociedad de las nuevas tecnologías tiene una cara B. El desarrollo tecnológico que pretendemos alcanzar no hace más que perpetuar un modelo de explotación que lleva al hambre y a la pobreza de los países más vulnerables», aseguró el ingeniero Jorge González que, junto a Irene Rodríguez, fueron los jóvenes que apoyaron la organización del encuentro ofreciendo el contexto de la cuestión de los minerales y presentándolo, respectivamente.
«La UE cataloga 34 materiales críticos para asegurar su transición verde. (…) Sin embargo, importar y tratar estos materiales perpetúa una cadena de hambre y explotación en el Sur», añadió el ingeniero en su presentación, titulada «Las nuevas tecnologías: Materiales y minerales críticos en la UE».
«Cuando los grandes empresarios contactan por primera vez con los pueblos indígenas, les hacen miles de promesas de progreso como excusa para ocupar sus territorios. Si se niegan, llegan las amenazas y la violencia», señala Valentina Vidal, activista argentina de la Red Iglesias y Minería.
«No estamos en contra de la transición ecológica, pero sí que debemos replanteamos para quién va dirigida. Todos deberíamos estar incluidos en ese desarrollo, pero la realidad es que no es así. Deberíamos vivir en equilibrio y encontrar un modo de vida que no implique el saqueo, el atropello y la vulneración de los derechos del medioambiente y de los pueblos indígenas», añade Vidal.
«Empezar a cuestionarse nuestros hábitos cotidianos es la mejor manera para empezar a ser parte del cambio. Creo que es importante que nos preguntemos si merece la pena que unos sacrifiquen todo lo que tienen para producir algo que nunca podrán tener», concluye Vidal.
Al final del diálogo, los jóvenes (tanto del Norte como del Sur) elaboraron un documento conjunto, con propuestas y reflexiones para vivir solidariamente, sostenible y coherente con los valores de Manos Unidas y de la Doctrina Social de la Iglesia, considerando el papel que la incidencia política y social tiene para resolver estas tensiones globales.