Historias de resiliencia y esperanza de supervivientes del ébola en Sierra Leona.
Han pasado ya diez años desde que el peor brote de ébola del que se tiene constancia causara estragos en Liberia, Guinea Conakry y Sierra Leona, donde las víctimas mortales se contaron por millares y donde, aún hoy, los supervivientes deben vivir con el estigma de una enfermedad que dejó, en los tres países, heridas en el cuerpo y en el alma.
A pesar de que los primeros casos de los que se tuvo constancia se produjeron en marzo de 2014, no fue hasta meses más tarde, cuando la amenaza del virus cruzó las fronteras y puso en alerta a los sistemas sanitarios de numerosos países, que el mundo occidental volvió los ojos al drama que había puesto en jaque a miles de personas en África.
Diez años después, superar el trauma y la huella del ébola no es tarea fácil. En Sierra Leona, con nuestro socio local Caritas Freetown, seguimos todavía acompañando a víctimas de esta enfermedad maldita, Haja Isatu Bah, Bockaire Brima y Mustapha Ma vieron afectadas sus vidas para siempre. Ishmeal Alfred Charles, director de programas de Cáritas Freetown, relata sus historias.
Para el director de programas de Cáritas Freetown las historias de Haja, Bockarie y Mustapha son poderosos recordatorios de la resistencia humana y de la fuerza para superar incluso las circunstancias más desgarradoras. Sus viajes de la desesperación a la esperanza y de la estigmatización a la aceptación muestran el increíble potencial de recuperación y crecimiento que tiene el ser humano.
Haja Isatu Bah recuerda cómo era su vida antes del ébola. «Yo tenía una vida maravillosa junto a mi familia y me dedicaba con ilusión a mi negocio», explica. Pero sus sueños y expectativas se hicieron añicos cuando contrajo el virus mortal a través de su hermano menor. Con lágrimas en los ojos, relata cómo fue su experiencia. «Perdí a siete miembros de mi familia por el ébola. Perdí mi matrimonio y mi comunidad me estigmatizó». Ahora, echando la vista atrás, Haja se asegura que ya no ve esos nubarrones que oscurecieron su vida. Ha encontrado consuelo trabajando como voluntaria en los proyectos de Cáritas Freetown y muestra su satisfacción por «poder trabajar con el equipo para ayudar a mis compañeros supervivientes. Haja todavía hoy sufre las consecuencias de la enfermedad. Ella misma explica los síntomas: «no puedo ver con claridad, ya no soy atlética como antes y me pongo enferma con facilidad", asegura. Para Haja el dispensario móvil para supervivientes del ébola de Caritas Freetown, que recibió el apoyo de Manos Unidas, ha desempeñado un papel importante en el mantenimiento de su salud y bienestar. Ahora es madre soltera de un niño increíble.
Bockarie Brima era un chico joven que acababa de llegar de provincias lleno de ambición y de vida. Contrajo el virus por su hermano, que trabajaba en el sector sanitario. En aquel momento sintió que se ahogaba y casi perdió la cabeza, especialmente tras el fallecimiento de su hermano. El apoyo de Caritas Freetown y sus colaboradores fue fundamental para su supervivencia. «Cuando veo mi vida ahora, solo puedo dar gracias a Dios. Lo único que me recuerda el feo pasado es mi mala vista y los dolores articulares que experimento de vez en cuando", afirma.
En su momento fue rechazado por su comunidad, pero ahora, casado con tres hijos, lo ha superado todo y se siente valorado y respetado. Bockarie es director interino de almacén y logística de Caritas Freetown, gestiona los suministros médicos y de socorro que se utilizan para apoyar a los centros sanitarios y a las víctimas de la catástrofe, y vive su vida al máximo.
Cuando se contagió del ébola, Mustapha Massaquoi era un hombre de negocios normal y corriente. De la noche a la mañana perdió a su mujer y a otros 13 familiares a causa del virus mortal. «Tuve que abandonar mi comunidad a causa de la estigmatización», explica. Su vida cambió cuando se hizo voluntario como enlace entre los supervivientes del virus del Ébola y el Consorcio “Asociarse para servir a la humanidad”, del que Caritas Freetown es miembro integrante. Para Mustapha trabajar con otros supervivientes del ébola ha sido uno de sus mayores logros. Trabaja como voluntario en el proyecto de respuesta a catástrofes de Cáritas Freetown y ayuda a gestionar los datos de los beneficiarios. Pero a pesar de todo, para él siempre hay una luz al final del túnel. «No debemos dejar que nuestro pasado defina nuestro futuro, porque nuestro futuro está en nuestras manos», aconseja este superviviente del ébola, que se ha vuelto a casar, no ha podido tener más hijos y además enferma con facilidad por haberse quedado bajo de defensas.
Durante la crisis del ébola, entre 2014 y 2015, Manos Unidas aprobó trece proyectos de emergencia, por importe cercano a los 500.000 euros, destinados, principalmente, a labores de sensibilización de la población sobre el virus (formas de contagio, prevención y posibilidades de control) y a talleres y cursos de capacitación del personal sanitario y voluntario para hacer frente a la enfermedad tanto en sus lugares de trabajo como en las comunidades que se visitaban.