Discurso del papa León XIV ante la asamblea de la ROACO.
“Sean tanques de oxígeno para las Iglesias orientales desgarradas por la guerra”. Esta fue la petición que el papa León XIV dirigió a los representantes de la Reunión de Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), reunidos en su 98 asamblea a finales del pasado mes de junio, una reunión en la que participó Manos Unidas y en la que se hizo balance de la situación en Israel y Palestina, fundamentalmente en Gaza, y en Siria. También la situación en Etiopía y Armenia estuvo presente en las conversaciones.
León XIV recordó que el apoyo a estas Iglesias “no es un trabajo, sino una misión” que siembra esperanza en tierras devastadas por la guerra, el conflicto o el terrorismo. E hizo alusión a los atentados como el de la iglesia de San Elías, en Damasco, que dejó más de un centenera de muertos entre los cristianos que asistían a la Liturgia.
“Es verdaderamente triste asistir hoy en día en tantos contextos a la imposición de la ley del más fuerte, en virtud de la cual se legitiman los propios intereses. Es desolador ver que la fuerza del derecho internacional y del derecho humanitario ya no parece obligar, sustituida por el supuesto derecho a obligar a los demás con la fuerza”, lamentó el Santo Padre.
El Pontífice describió la violencia que se vive en Tierra Santa, Gaza y Oriente “una vehemencia diabólica nunca antes vista” y denunció el cinismo de quienes lucran con la muerte, Además de preguntarse “cómo se puede seguir traicionando los deseos de paz de los pueblos con la falsa propaganda del rearme, en la vana ilusión de que la supremacía resuelve los problemas en lugar de alimentar el odio y la venganza”.
La gente es cada vez más consciente de la cantidad de dinero que va a parar a los bolsillos de los mercaderes de la muerte y con el que se podrían construir hospitales y escuelas; ¡y en cambio se destruyen los que ya están construidos!
Además, León XIV pidió a los cristianos que sigan ayudando sin descanso y, sobre todo, que den testimonio vivo, con fidelidad a Cristo y “sin enredarse en los tentáculos del poder”.
“Sigamos a Cristo, que liberó los corazones del odio, y demos ejemplo para salir de la lógica de la división y la represalia”, pidió el Papa, antes de reconocer la valentía de quienes permanecen en sus tierras como discípulos y testigos, luz en medio de la oscuridad.
“Quisiera dar las gracias y abrazar idealmente a todos los cristianos orientales que responden al mal con el bien: gracias, hermanos y hermanas, por el testimonio que dan sobre todo cuando permanecen en sus tierras como discípulos y testigos de Cristo".