En mayo de 2016, el equipo del programa Pueblo de Dios, de RTVE, se desplazó a Zimbabue para visitar los proyectos apoyados por Manos Unidas. Ricardo Olmedo, redactor del programa, nos habla de algunos de los proyectos y personas que conoció en el viaje, como Perseverence Mpunzi, un joven de 17 años que hace honor a su nombre, o como el obispo Ángel Floro, que llegó al país hace 51 años para apostar con fuerza por la educación de miles de estudiantes.
A finales de mayo, el equipo del programa Pueblo de Dios, de RTVE, se desplazó al país africano para visitar los proyectos apoyados por Manos Unidas. Ricardo Olmedo, redactor del programa, nos habla de algunos de los proyectos y personas que conoció en el viaje.
Perseverence Mpunzi tiene 17 años y hace honor a su nombre. Me está esperando en su casa, en Luhambi, donde vive con sus padres y uno de sus sobrinos. Sus hermanas, mayores que él, ya salieron del hogar familiar. Una de ellas, camino de Botsuana, buscándose la vida que se le hacía cuesta arriba aquí, en Zimbabue. ¿Y por qué este chaval hace honor a su nombre? Porque cuando terminó de estudiar primaria, cerca de su casa, el siguiente paso era continuar secundaria en la escuela de Mateta, a 14 kilómetros de distancia, sin otra opción que hacer ese recorrido a pie cada día. Y, claro, otros tantos kilómetros de vuelta. Pues así lo hizo.
Perseverence me cuenta que se levantaba sobre las dos de la madrugada, preparaba sus cosas y se lanzaba a la caminata diaria para comenzar las clases sobre las siete. Hasta que su vida dio un vuelco gracias a la “ocurrencia” de los responsables de la misión católica de Mateta.
La escuela de Mateta cuenta con los dos cursos superiores de secundaria que dan paso a la universidad. Por eso, muchos estudiantes de la zona están interesados en venir aquí. Y hacen como Perseverence.
Rosendo Garres, misionero del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) y destinado en Mateta, cuenta que algunos buscan alojamiento en la población y otros “buscan acomodo en la zona comercial, con el riesgo de que los niños puedan hacerse adictos al alcohol y la droga y que las niñas se inicien en la prostitución para hacerse con algo de dinero”.
La solución que vino a cambiar la vida de Perseverence y de otros muchos fue un internado para 100 chicos y chicas que la misión de Mateta presentó a Manos Unidas y que a finales de marzo de 2015 se acabó de construir por completo.
Si hay alguien empeñado en mejorar la calidad de la educación en esta región de Zimbabue, ese es Ángel Floro. Es el obispo de la diócesis de Gokwe y llegó al país hace 51 años.
Con el cambio de siglo y la fallida reforma agraria, Zimbabue entró en una crisis económica que provocó una descomunal inflación. Lo cierto es que el Estado tiene escasos recursos para dedicar a la educación. Ante esta situación, la Iglesia ha construido nuevos centros educativos y ha tomado las riendas de varias escuelas para intentar sacarlas a flote.
Y la ayuda de Manos Unidas se ha revelado de gran importancia. En los últimos cinco años, la ONG ha financiado 26 proyectos educativos en Zimbabue. En Mapfumo, a 15 kilómetros de Gokwe, hay una escuela que la Iglesia construyó a mediados de los cincuenta, hasta que en 1973 pasó a depender del Gobierno. Desde entonces, no le dieron ni una capa de pintura. A partir de 2010, la diócesis volvió a hacerse cargo del centro y Manos Unidas ha contribuido a la reforma. Y en Gokwe ha levantado un centro nuevo, la escuela St. Paul, a la que acuden 1050 estudiantes que, como Perseverence, podrán cursar estudios de secundaria y seguir mejorando sus vidas y la de sus familias.
Texto de Ricardo Olmedo, "Pueblo de Dios" (RTVE).
Este artículo fue publicado en la Revista de Manos Unidas nº 201 (octubre 2016-enero 2017).
Colabora con Manos Unidas