Habiendo estado en Kenia por más de 30 años, José Luis Orpella ha podido experimentar muy de cerca el deterioro ambiental y cambio climático a través de los años.
Hace tan solo 15 años, las lluvias eran constantes en el tiempo y las cosechas eran, aunque no suficientes, mucho mejores que las actuales.
Hoy en día, los agricultores ya no pueden asegurar cuando van a poder plantar, las lluvias se han reducido, y el río se desborda de una manera dañina destruyendo todo. La sequía es casi permanente, con temperaturas más altas y muchos menos pastos para los animales.
Esta situación es parecida en las tres cuartas partes de Kenia y mucho peor en Somalia y la parte etíope del Ogaden, ya que son zonas en donde pocos programas de emergencia se pueden implementar debido a la situación de inseguridad, la situación política y el fundamentalismo islámico.
El 80% de toda la población de Kenia no tiene una alimentación saludable.
En el Cuerno de África hay más de 50 millones de personas en situación de hambruna y unas 400.000 personas a punto de morir de hambre, la mayoría niños y mujeres. Unos 13 millones de desplazados y 5 millones de refugiados.
El director de los Servicios Médicos del Ministerio de Salud de Kenia afirma:
«El noroeste de Kenia esta en modo de crisis y los sistemas de salud están sobresaturados y con una población de 6 millones de personas que sufren hambre y malnutrición debido a la gran sequía, la peor en décadas».
El derecho a la alimentación se ha utilizado como arma en estas pasadas elecciones generales en Kenia. Además, hay una explotación de los trabajadores, los ganaderos y de los agricultores, que reciben miseria por su producción, después de dedicar grandes esfuerzos por conseguirla.