Parece difícil erradicar la pobreza y el hambre sin abordar de manera decidida una de sus causas directas que está condenando a buena parte de humanidad en la miseria más absoluta: los flujos financieros ilícitos.
Los países ricos multiplican los préstamos y la ayuda al desarrollo en el Sur, pero al mismo tiempo hacen la vista gorda ante un sistema internacional de flujos financieros ilícitos que saquea sistemáticamente a los más pobres en beneficio de élites locales y de grandes corporaciones.
La fuga de capitales distrae fondos esenciales para garantizar derechos básicos como el derecho humano a la alimentación.
Según Naciones Unidas, los africanos dejan de percibir por esos conceptos una cantidad aproximada de 88.600 millones de dólares anuales.